Al fin he puesto cara a algunas de las voces que más me motivan, las de los galeotes de la ciudad invisible, ávidos lectores de Si una noche de invierno, un viajero, que a pesar de su condena errante ensanchan cada tarde el universo. Lo mejor no es verlos, ya puesta quisiera olerlos, sino haber encontrado la fórmula para seguir pérdida cada día en la región más transparente del aire.
gracias
martes, 15 de abril de 2008
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