¿Debo escapar ahora,
y mantener intactos
los campos trilllados de lamentos?
¿Debo seguir entonces,
del perfil conocido
un desbroce perpétuo?
¿Debo clavar todavía
los codos encarnados
a la eterna amaragura?
¿No es hora de olvidar
la sonrisa torcida
y la arena en los labios,
la soledad impuesta
y los instantes pétreos?
¿He de abandonar ahora
el ronroneo incesante
de una ausencia perenne,
y el sollozo inaudible
de un anhelo suicida?
He de saltar mañana
y apoyarme, sin más,
sobre el mármol violáceo,
para cantar, y cantarme
ajena a los lamentos tremebundos
He de ser hoy,
no como siempre,
ensoñadora mujer de amor dulce
Almudena (30 diciembre 2008)
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