viernes, 29 de agosto de 2008

La victoria de Ana

Una tarde Ana se para en la calle de San Bernardo frente a la librería Fuentetaja porque se encuentra pérdida, no sabe qué tiene qué hacer o por qué está allí. En las ultimas semanas había observado como había unas grandes lagunas que la esperaban apostadas a la entrada y salida de sus conversaciones, tal y como están las charcas en algunos pueblos extremeños. Estas lagunas venían llamando su atención porque la conducian a instalarse en unas conversaciones internas de las que cada vez le resultaba más dificil salir. Las lagunas eran muchas y logró percibir que se había impuesto una suerte de dinámica por la que una vez que se abría la primera del día, ésta la conducía hasta otras lagunas, de forma que sin llegar a perfilar bien los contornos de una de ellas se encontraba con otra, en cuya definción se abría una más allá y ya se asomaba una tercera. Desde que era joven había deseado conocer más sobre lo que sucedía en su interior, ese amplío e ignoto espacio denomiado mente, y aunque intuía la inutilidad de querer perfilar sus límites y componentes al completo, se había esforzado bastante en dicha búsqueda. Aquel miércoles de verano, a las 4 de la tarde, Ana habia alcanzado un estado tan abierto y desconcertante que pudo sonreir y subir los brazos dibujando la uve de victoria con sus dedos, pues al final había alcanzado su meta.

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